04 diciembre 2007

Diario de un gato

Día 983 de mi cautividad:

Mis captores continúan hostigándome con absurdos objetos que cuelgan de un hilo. Ayer, en la cena, se atiborraron de carne fresca. A mí y a mis compañeros de cautiverio nos echaron un picadillo informe acompañado de algo que sólo puede describirse como galletas rancias y resecas. He procurado dejarles muy claro el desprecio que siento por esa bazofia,
pero en cualquier caso he tenido que comer algo: debo conservar mis fuerzas ¡quién sabe si no se presentará una ocasión de fuga! La esperanza de escapar es lo único que me mantiene cuerdo.

Sigo manteniéndome combativo e irreductible: hoy, para provocarles, he vomitado en la alfombra delante de sus narices.

He decapitado un ratón y he arrastrado su cuerpo ensangrentado por el salón antes de arrojarlo al suelo ante ellos, aún palpitante. Espero que el terror haya atenazado sus corazones ¡Que sepan de lo que soy capaz!

Parece que no ha funcionado: se han limitado a hacer comentarios condescendientes como "buen gato" o "qué gran ratonero" ¡Estúpidos! ¿Piensan que están a salvo?

Ha habido esta tarde algún tipo de reunión: vinieron algunos de sus socios del exterior. Me llevaron a otra habitación y me encerraron ahí, solo. Sin embargo logré oir parte de la conversación. Al parecer uno de ellos me teme, murmuraron algo sobre una amenaza denominada "alergias" ¡Debo averiguar todo lo posible sobre ello! ¡Tal vez ahí esté el arma que he estado buscando!

Hoy casi logré asesinar a uno de mis atormentadores cuando caminaba distraido por el pasillo: me arroje velozmente sobre sus piernas y empezé a despedazarle, pero se zafó y volví a sufrir las represalias habituales con la zapatilla. La próxima vez esperaré a que esté en lo alto de la escalera: es su posición más vulnerable.

Los otros prisioneros son débiles: han perdido la voluntad de luchar. El perro me ha defraudado: su sumisión es evidente. Y deprimente. Como recompensa le
han otorgado algunos privilegios: le dejan salir al exterior y ni siquiera tienen que forzarle a entrar ¡lo hace voluntariamente!. Deben de haberle lavado el cerebro. O tal vez sea algo retrasado.

¡Ese maldito periquito! ¡Por fin lo he comprendido! ¡ES UN DELATOR! He podido observar a escondidas como habla sin parar con los carceleros ¡Sin duda les mantiene informados de todos mis movimientos! Ahora entiendo porqué le han puesto en una celda aparte, fuera de mi alcance: quieren evitar que le ajuste las cuentas y ahí está a salvo"

Visto en Manco de Lepanto

2 comentarios:

raindrop dijo...

jaja muy buena historia, esta versión felina...

Pero si al final siempre vuelven a casa: no son libres porque no quieren! Y además, siempre hacen lo que les da la real gana... ;)

besos

Pilar dijo...

A mi me gusta ese "espíritu indómito" que demuestran. En el caso de mi gato, realmente es cierto eso de que no es un gato, es una "pantera peso pluma". :-D