13 junio 2008

Jack London

- Iván, te prohíbo que sigas adelante con esta empresa. Ni una palabra de esto o estamos perdidos. Si se enteran los americanos o los ingleses de que tenemos oro en estas montañas, nos arruinarán. Nos invadirán a miles y nos acorralarán contra la pared hasta la muerte.

Así hablaba el viejo gobernador ruso de Sitka, Baranov, en 1804 a uno de sus cazadores eslavos que acababa de sacar de su bolsillo un puñado de pepitas de oro. Baranov, comerciante de pieles y autócrata, comprendía demasiado bien y temía la llegada de los recios e indomables buscadores de oro de estirpe anglosajona. Por tanto, se calló la noticia, igual que los gobernadores que le sucedieron, de manera que cuando los Estados Unidos compraron Alaska en 1867, la compraron por sus pieles y pescado, sin pensar en los tesoros que ocultaba.

Así comienza el relato de Jack London, Los buscadores de oro del Norte, que forma parte de La Quimera del Oro.

Jack London (1876-1916) nació en San Francisco. Su padre era un periodista y astrólogo que iba de un lugar a otro para ganarse algún dinero y cuando conoció a la madre de Jack, Flora Wellman, se aprovechó de su credulidad. Cuando todavía era pequeño la madre se casó con un granjero que adoptó al niño, y del cual heredó su apellido.

A finales del siglo XIX y principios del XX, Estados Unidos sufría una tremenda crisis económica que afectaba a todos los sectores y el agrícola no estaba exento. Fue ese el motivo por el que la familia London deambuló durante algunos años de pueblo en pueblo, hasta que se asentó definitivamente en Oakland, al otro lado de la bahía de San Francisco.

Pero la prosperidad económica no llegaba y Jack, siendo todavía un niño, tenía que alternar sus estudios con alguna actividad que le reportaba dinero para ayudar al sustento familiar: repartidor de periódicos, ratero en los muelles, vigilante en unos viveros (con el dinero ahorrado como vigilante se compró un pequeño esquife),...A los 17 años se enrolará en un barco para cazar focas en el Mar de Bering y en la costa japonesa.

De vuelta a casa no encuentra trabajo, así que decide formar parte de la marcha que los desempleados hacen hacia Washintong reclamando puestos de trabajo. Durante la marcha es detenido por vagabundo y le meten durante un mes en la carcel de Niágara Falls.

Lo que ha visto durante todo este tiempo lo deja marcado en cierta medida y cuando sale de la carcel se apunta la partido socialista de Oakland. También se matricula en la Universidad pero la abandona decepcionado por el tipo de enseñanza que le ofrece.

En 1897 se descubre oro en Kloudike y London decide embarcar hacia Alaska para ver si también él descubre el oro suficiente para salir de tanta penuria. Llegará en pleno invierno, y esto unido al hecho de que lo que encuentra no es nada interesante lo hará cambiar otra vez de planes. Así, cuando se produce el deshielo primaveral, regresa a la civilización luego de navegar en barca más de 3.000 kilómetros rio abajo.

De vuelta a casa se replantea su situación y toma una determinación: se dedicará a las letras.

De pequeño había quedado impresionado con la lectura de Los cuentos de la Alhambra, y de joven había descubierto desde Kipling, Stevenson, H.G.Wells, y Poe hasta Malthus, Marx, Spencer y Nietzsche. Además había ganado algún pequeño concurso literario. Y se pone manos a la obra.

Para ganar dinero realiza diversos trabajos como periodista, pero su idea era la de convertirse en escritor. No consigue el éxito inmediato, pero ahora London es un joven más obstinado, menos impulsivo. Y en 1903 le llegará el triunfo tan deseado con La llamada de la selva, y continuará con El lobo de mar de 1904.

Se convierte en un escritor famoso, con ventas espectaculares tanto en su país como en Europa.

Pero en el fondo sigue siendo un hombre inquieto. De pasado le queda una adicción al alcohol que también le ocasiona problemas renales y hepáticos. Quizás en un intento de huída hacia otra cosa, construye el Snark para dar la vuelta al mundo y aunque llegó hasta los mares del Sur, una serie de graves problemas en la construcción del barco le impiden terminar la aventura. Poco a poco el hombre se va muriendo. Sus adicciones ahora son la morfina y la heroína. Y, finalmente, una noche, Jack London toma una dosis que lo matará (nunca se sabrá si lo hizo de forma voluntaria o fue un accidente)

A su muerte dejó una esposa: Charmian Kittredge, y dos hijas, nacidas de su primer matrimonio.

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Esta es una pequeña reseña biográfica de Jack London, basada en la colección Tus Libros de Ediciones Generales Anaya, y que difiere bastante en ciertos puntos de obras biografías que he consultado. En realidad no me importa mucho. Jack London me ha hecho soñar desde pequeña con la Naturaleza y la libertad. Lo demás carece de interés para mí.

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