09 julio 2008

Orson Welles fué grande, y uno de sus medios naturales era la radio. Casi nadie desconoce lo acontecido con la adaptación a este medio que realizó en 1938 de la obra de H.G.Wells, La guerra de los mundos. Su interpretación fué tan realista que muchos norteamericanos realmente creyeron que los marcianos invadían nuestro planeta.

La popularidad que le dió este suceso consiguió trabajo tanto en el cine como un espacio radiofónico semanal muy popular. Pero no ejerció de profesional cauto, y luego de un grave suceso en el cual un policía había dejado ciego a un hombre negro, y puesto que parecía que no iba a suceder nada, el señor Welles no pudo callar y aprovechando su espacio en las ondas emitió el siguiente manifiesto, que además de mostrarnos un poco su forma de pensar, fué el motivo de que fuese despedido esa misma tarde y jamás volviese a trabajar en la radio. El manifiesto dice lo siguiente:

Resulta que el policía que ha dejado ciego al muchacho negro no ha podido ser citado a juicio porque no hay manera de identificarle. El chico, ciego, no tiene forma de reconocer al representante de la ley que, en una figura de los Estados Unidos, se ha comportado como un nazi. Se trata simplemente de un blanco, con una porra, que ha querido mostrarle a un negro el lugar que le corresponde, la oscuridad.

Hasta que no sepamos más de él, a este policía le llamaremos Oficial X, es posible que ahora mismo me esté escuchando, así lo espero:

Te estoy hablando a ti, Oficial X. Vas a ser desenmascarado, Oficial X. El mundo entero sabrá tu nombre, y en cuanto te encontremos nunca más te dejaremos en paz, Oficial X. Si te procesan, yo acudiré al juicio. Si te meten en la cárcel, te esperaré a la salida, nunca te librarás de mí, Oficial X. Quiero ver quién te recibe cuando salgas a la calle, quiero saber quién admite conocerte, Oficial X. Escóndete bajo otra identidad y conseguiré que el nombre que te gustaría olvidar, nunca sea olvidado. Encontraré el modo de sacarte de cada uno de tus escondites, Oficial X. No podrás deshacerte de mí. Tenemos una cita, tú y yo, que sólo la muerte puede cancelar.

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