19 enero 2009

Ignacio Felipe Semmelwis, salvador de las madres.

Ignaz Fülöp Semmelwis nacio en el año 1818 en Buda, capital de Hungría. Empezó los estudios de Derechos, pero pronto los cambia por los de Medicina. En 1844 se licencia en medicina y posteriormente obtiene el doctorado en obstetricia y comienza a trabajar en el Hospital de Viena, como ayudante del profesor Klin, en uno de los dos pabellones de maternidad que tenía dicho hospital.

Uno de los pabellones estaba dirigido por el profesor Klin y el otro por el profesor Bartch; y Semmelwis pronto se da cuenta de la elevada tasa de mortalidad: “Julio de 1846. La semana próxima ocuparé el puesto de Director del Primer Pabellón de la clínica de maternidad en el Hospital General de Viena. Me alarmé cuando me enteré del porcentaje de pacientes que mueren en esa clínica. En este mes, han muerto allí no menos de 36 de las 208 madres, todas de fiebre puerperal. Dar a luz un niño es tan peligroso como una neumonía de primer grado”.(escribe en su diario)

Es más, las cifran son mucho más elevadas en la maternidad que dirige el señor Klin, y en la que trabaja el propio Semmelwin, que en la maternidad que dirige Bartch. Y la única diferencia que encuentra en cuanto a la metodología es que mientras en el primera los partos son asistidos por internos y estudiantes de medicina, en la segunda los partos son asistidos por comadronas.

Se reorganizan las maternidades, pero siempre los resultados son los mismos: hay menos riesgo de que la madre muera cuando es asistida por una comadrona. El motivo se sigue sin conocer.

En 1847, el anatomista Kolletchka, amigo suyo, cuando estaba procediendo a la disección de un cadáver se hiere una mano y como consecuencia de esta herida resulta infectado luego de sobrevenirle una fiebre repentina. Semmelwin se da cuenta que la fiebre de Kolletchka es equiparable a las fiebres puerperales de sus pacientes, y atando cabos rápidamente piensa que los estudiantes de medicina, además de atender en los partos también realizan disecciones a cadáveres, práctica muy habitual en la época, él mismo también pasa de diseccionar un cadáver a atender a una parturienta. El mal lo llevan los médicos en sus propias manos.(Faltan aún algunos años para que Pasteur hable de sus descubrimientos)

Para ver si tiene razón hace instalar lavabos en la entrada de la sala de partos, y obliga a lavar las manos con una solución de cloruro de cal a todos los estudiantes.

En pocos días la mortalidad por fiebre puerperal desciende a menos del uno por ciento.
Pero a pesar de esto, los médicos y estudiantes se toman muy a mal que el obstetra les obligue a lavarse las manos, y Semmelwin es expulsado del hospital.

Tiene que aceptar trabajar en la maternidad del Hospital Clínico de la Universidad de Pest, pero el rechazo que sufre por parte de muchos colegas suyos le van minando su salud mental .

En 1865 se cuela en una clase de anatomía y delante de los alumnos, abre un cadáver y luego se provoca una herida a sí mismo. La fiebre posterior le causará la muerte.

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