08 noviembre 2007

Una historia de amor olvidada

Por casualidad me he encontrado con una vieja historia de amor vivida por dos jóvenes coruñesas hace poco más de 100 años, y que hasta ahora desconocía.

Se trata de Marcela Gracia Ibeas y Elisa Sánchez Loriga, maestras de profesión y que se enamoraron de tal modo que consiguieron casarse por la Iglesia en el año 1901, en A Coruña.

Por supuesto la noticia fué portada de los periódicos tanto locales como nacionales y de vez en cuando todavía rescatan de sus archivos aquella historia que tanto dió que hablar.

Y si me lo permitís, a continuación transcribo la noticia tal y como salió publicada en el diario El Mundo, del 30/06/2002

Las dos chicas se habían conocido durante su etapa de estudiantes en la Escuela Normal de Maestras de A Coruña, donde se formaban las futuras profesoras de enseñanza primaria (maestras). Se hicieron inseparables. Lo que comenzó siendo una amistad pronto dio paso a una relación más intensa e íntima

Las constantes alusiones a su amiga, las sospechas de que su amistad iba más allá de lo permitido socialmente entre dos chicas y el temor a que la escandalera salpicara para siempre la vida de su hija llevó a los padres de Marcela a enviarla a Madrid con el propósito de bolero de que la distancia fuese el olvido.

Pero como el amor no tiene fronteras, la pareja volvió a reencontrarse.Ambas habían finalizado sus estudios. Elisa fue destinada como maestra interina a Couso, una pequeña parroquia de Coristanco, localidad coruñesa situada entre A Coruña y Finisterre. En el municipio vecino de Vimianzo, en la aldea de Calo, se instaló Marcela, ya como maestra superior.

El reencuentro avivó la llama de su relación y comenzaron a vivir juntas en Calo. Allí permaneció Elisa dando clases cuando Marcela se marchó a otra localidad cercana, Dumbría, donde se instaló en la casa escuela sobre 1889. Sin embargo, cada noche Elisa recorría la docena de kilómetros que las separaban para dormir con su amada.

La convivencia durante años de las dos mujeres fue respetada por los vecinos, no se sabe bien si por desconocimiento de que existía una relación más estrecha entre ambas o por una transigencia poco acorde con el espíritu represor de la época con las conductas homosexuales.

Todo cambió en 1901 cuando Elisa, que hasta entonces se relacionaba con las familias más distinguidas de Vimianzo y Dumbría, decidió masculinizar su aspecto, probablemente con el fin de dar un baño de oficialidad a su amor y su relación. Con imagen de varón, que ya no abandonó, se presentó en la Escuela Normal para solicitar un certificado de estudios.

IDENTIDAD FALSA
Elisa era ya Mario, el nombre que escogió para falsificar su identidad. Cambió la melena, las faldas, los refajos y los corsés por una apariencia distinta con pelo corto, traje y ademanes masculinos. También se buscó una personalidad y un pasado tomando como referencia a un supuesto primo suyo fallecido en un naufragio.

Su imaginación trasladó su infancia a Londres y transformó en ateo a su padre. La excusa perfecta para convencer al incauto padre Cortiella, párroco de la igleia de San Jorge de A Coruña, de que lo bautizase. El 26 de mayo de 1901 pasó por la pila bautismal y, además, recibió la primera comunión. Quedó lista para pasar en unos días por el altar.

Para entonces ya se había ganado la confianza del cura, que no vio nada extraño en su voluntad de contraer matrimonio con la señorita Marcela, hija de un capitán del Ejército y maestra de 29 años, tres menos que su prometido, Mario. Desde Dumbría se enviaron las preceptivas amonestaciones religiosas y la boda se celebró el sábado 8 de junio de 1901 con madrugón -a las siete de la mañana- en la iglesia de San Jorge. Miguel Hermida y Ricarda Fuentes, viuda del comandante Sánchez, que ignoraban la condición femenina del cónyuge, ejercieron de padrinos. Hubo además dos testigos.

Como cualquier matrimonio que se precie, Marcela y Mario tuvieron su noche de bodas. La pensión Corcubión, en la céntrica calle de San Andrés, fue el escenario de su pasión.

«Me engañó diciéndome que iba a casarse porque había dejado encinta a la joven con la que convivía», se lamentaba el padrino en las páginas del diario La Voz de Galicia cuando días después se descubrió que se había celebrado, como tituló el periódico coruñés, «un matrimonio sin hombre». La noticia se propagó a las primeras páginas de la prensa gallega y madrileña.

«Su ausencia y su silencio dieron facilidades para el mal. Pudo impedirlo perfectamente», publicó La Voz el 22 de junio de 1901 sobre la actitud permisiva de la madre de Marcela, que, supuestamente, estaba enterada de todo.

Otros testimonios recogidos en periódicos de los días siguientes revelan la expectación que desató el hallazgo de que Mario era en realidad una señorita, Elisa. «Buena responsabilidad se han echado sobre sí. Nunca será bastante para el escarmiento de actos que alarman a la sociedad quebrantando sus más fundamentales principios», exponía con tono doctrinal el jurista Ramón Vilas.

Sellier, el fotógrafo que retrató a la pareja, hacía alarde de un comportamiento señorial y se mostraba poco partidario de ejercer de vendedor de exclusivas, pese a las numerosas solicitudes de curiosos para ver la imagen de los contrayentes. «No tendrá nadie el retrato como no me lo roben. Y para evitarlo ya tengo tomadas mis medidas», explicaba.

Con el regreso a Dumbría, la publicación de la noticia y el reconocimiento de Marcela de que «Elisa y Mario son una misma persona, pero que tiene más de hombre que de mujer» aumentó el escándalo y desató el calvario para las dos mujeres casadas. Negativas de empleo para Elisa-Mario, cencerradas contra su relación, burlas y menosprecios a su condición sexual les obligaron a poner pies en polvorosa. Vigo y Oporto, donde fueron localizadas, ya que estaban bajo orden de busca y captura, fueron otros lugares de paso. Su pista se pierde en un barco con destino a América, probablemente rumbo a Argentina

1 comentario:

Pep dijo...

Bonita Historia que hasta ahora desconocía. Es triste ver como muchas de las cosas que más se aferran a ser tradiciones sean la intolerancia, la ignorancia y el poco respeto por las personas de distintas tendencias...sean cuáles fueren estas. Francamente, me da la impresión de que esta historia más que perderse en el olvido, ha sido escondida o censurada para formar parte de la nada.
Lo único que se me ocurre ahora, es que estas dos personas llegaran a encontrar esa felicidad, pese al éxodo que tuvieron que vivir junto a sus sentimientos.

Bonita historia Pilar!!

Besoss!!
Pep