12 marzo 2008

Recordando

"Como ya te he dicho, veo y siento las cosas de una manera totalmente diferente de como las expreso hablando. Por esto me llaman, sucesivamente, enamoradiza, romántica y pedante. Ana la Alegre se ríe de esto, contesta con insolencia y levanta los hombros con indiferencia, finge que se burla, pero, por desgracia, Ana la Dulce reacciona exactamente de la manera contraria. Para ser completamente franca, te confesaré que no me burlo de todo, que me esfuerzo infinitamente en cambiar, pero que me bato siempre contra unos ejércitos más fuertes que yo.


La que no se oye, solloza en mi interior: "mira lo que has conseguido: malas opiniones, caras burlonas o consternadas, antipatías, y todo esto porque no escuchas los buenos consejos de tu lado bueno." Yo bien quisiera escucharlos, pero esto no sirve de nada. Cuando estoy seria y tranquila, doy la impresión de estar representando otra comedia y de prisa recurro a alguna pequeña chanza, e incluso me abstengo de hablar con mi propia familia, que, persuadida entonces de que estoy enferma, me hace tragar píldoras contra la jaqueca y los nervios, me mira la garganta, me pone la mano en la frente para ver si tengo fiebre, me pregunta si estoy resfriada y acaba por criticar mi mal humor. Cuando se ocupan demasiado de mí me pongo arisca y después triste y volviendo una vez más mi corazón hacia el lado malo para ocultar mi lado bueno, sigo buscando el medio de llegar a ser la que me gustaría ser, la que sería capaz de ser, si... no hubiera otra gente en el mundo.
Tuya, Ana.


Así termina El Diario de Ana Frank, que dejo aquí a la vista de todo el mundo, para recordar su muerte en el campo de exterminio nazi de Bergen-Belsen, en marzo de 1945, unos pocos días antes de la liberación del campo por parte de los aliados, que tuvo lugar el 14 de abril de ese año.